LA VERDADERA CRISIS EUROPEA, MÁS ALLÁ DE LO ECONÓMICO

En pleno semestre de presidencia española y coincidiendo con el vigesimoquinto aniversario de la firma del tratado de España con la CEE, los acontecimientos políticos en toda la extensión de la Unión Europea demuestran que lo económico es únicamente la punta del iceberg de la verdadera crisis europea.

Al inicio de esa presidencia, advertí sobre el riesgo que habría que afrontar http://espana-ue-tratadolisboa-crisis.blogspot.com/ y como había que manejar una postura global en vez de por parcela de estado miembro. Llevo un lustro avisando sobre los riesgos que la Unión Europea correría en caso de no resolver esa postura de ‘sálvese quien puede’ http://las-islas-llamadas-union-europea.blogspot.com/ que ya venía notándose http://la-union-que-no-llega.blogspot.com/ mucho antes de la crisis financiera.

Tras el varapalo a Alemania a la coalición conservadora-liberal en Renania del Norte-Westphalia y la formación de una nueva coalición conservadora-liberal en el Reino Unido para desplazar al primer ministro laborista, Gordon Brown, del Nº 10 de Downing St. https://fernandofusterfabrasblogesp.wordpress.com/2010/05/11/retorno-a-itaca-odisea-griega-por-los-mares-del-euro/ , esta semana han llegado los nuevos cambios en los Países Bajos y Bélgica que hacen muy incierto el futuro de la gobernanza europea desde Bruselas.

Los resultados en las elecciones anticipadas holandesas no sólo han servido para desbancar los ocho años de hegemonía democristiana en ese país para dar la victoria por la mínima (31 a 30 escaños) a los liberales de derechas sobre los socialdemócratas sino que han permitido aupar al partido conservador xenófobo de Geert Wilders al tercer puesto que ha pasado de 9 a 24 escaños. Además, los vencederos han incluido en su campaña una dura postura que cuestiona las ayudas europeas a los países en la senda de la convergencia hacia la Unión de 27 precisamente cuando varios nuevos miembros – Bulgaria, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania y Rumania – no pasan por sus mejores momentos y otros más veteranos como Grecia necesitan contar con apoyo comunitario.

Ayer, los resultados en Bélgica parecen haber sorprendido a algunos medios, cosa que no comprendo. Llevo meses indicando en mis informes confidenciales la casi seguridad del fortalecimiento del partido flamenco soberanista de derechas (N-VA), con el riesgo que ello supone para la unidad del estado belga en su actual configuración. La fortaleza N-VA (Nueva Alianza Flamenca) en el norte flamenco es compartido por los socialistas del sur (zona valona) que hace la negociación difícil aunque necesaria entre el partido flamenco de Bart De Wever y los socialistas francófonos de Elio di Rupo. La caída de los democristianos, partido al cual pertenece Herman Van Rompuy (ex primer ministro belga), acentúa más la división del mapa político de Bélgica. Para agravar más la situación, Bélgica debe tomar el relevo a España de la presidencia semestral de la Unión Europea cuando puede que aun no se haya alcanzado un acuerdo para formar gobierno.

Para los europeístas, el esmero con cual tres países – Suecia, España y Bélgica – planificaron los relevos después de la desgraciada presidencia checa era esperanzador para que por encima de ideologías se aplicaran políticas económicas y sociales beneficiosas para la Unión de los 27. Hoy, esa planificación puede verse truncada al asumir seguramente el mando del gobierno belga un primer ministro tutelado por una coalición forzada para evitar la quiebra del estado.

El actual mapa político de gobiernos europeos denota alianzas débiles gobernando en Alemania, Reino Unido y probablemente así serán las que gobiernen Bélgica y los Países Bajos. Además, recientes elecciones en algunos países europeos (Grecia, Hungría, Rumania) han cambiado los gobiernos y por lo tanto las políticas de esos países. Otros países (Polonia) también pasarán por las urnas en breve.

En todo ese mare magnum, no veo que dejen presidir la UE a Van Rompuy, con los tejes manejes de Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy incordiando una ordenada dirección desde Bruselas. Ni tampoco arranca el pilar de una política exterior común según lo impuesto por el Tratado de Lisboa. Si ya tardamos diez años para lograr finalmente un acuerdo de ese pacto con un aplazamiento del plan político-económico del 2000, ahora resulta que las imposiciones de un puñado de líderes influyentes está truncando que el Pacto de Estabilidad y  Crecimiento (PAC) se vuelva a ejecutar tal cual se ideó en el marco del acuerdo de Maastricht, después de que unos países encabezado por Alemania las incumpliera hace ya más de un lustro.

Ello me lleva a la conclusión que la crisis de la Unión no es meramente económica sino de identidad política y social.

Y para los españoles, debe quedar claro que ya no somos un estado aislado sino que el 80% de la legislación que afecta nuestras vidas cotidianas depende de las decisiones en el marco de la Unión Europea de los 27. Por lo tanto, los acontecimientos de estos últimos seis meses bajo presidencia española ocurriera donde ocurriera en la UE van a marcar nuestras vidas para las siguientes décadas.

¿Vamos a hacer algo para participar activamente o  vamos a abdicar a que otros dicten nuestro futuro?

Fernando Fuster-Fabra

Barcelona

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